jueves, 17 de julio de 2008

Quiero conocer tu opinión. ¡Opina por favor!

Este video ya lo he presentado en otro post, pero quiero que lo volvamos a ver, que leamos y después debatamos. Es muy importante tu opinión. Por favor, no dejes de expresarla. La semana que viene haré mi comentario yo.

Elizabeth



El mito del cura pederasta

Que la ira justificada por algunos casos terribles no se vierta sobre la mayoría del clero inocente

Philip Jenkins

La Iglesia Católica Romana en Estados Unidos está atravesando uno de los períodos más traumáticos de su larga historia. La prensa tiene todos los días una nueva historia de horror que reportar bajo algunos titulares sensacionalistas: Típicamente, Newsweek sacó en estos días una portada con el titular: “Sexo, Vergüenza y la Iglesia Católica: 80 curas son acusados de abusar sexualmente de niños en Boston”.

Aunque los casos de abuso sexual tienen raíces profundas, los escándalos más recientes detonaron por lo sucedido con el sacerdote de Boston, John J. Geoghan. Aunque sus superiores sabían por años sobre las actividades pederastas de Geoghan, lo transfirían de parroquia en parroquia, sin pensar en la seguridad de los niños que éste tenía a su cargo.

El estigma del caso de Geoghan podría durar décadas, y algunos católicos están diciendo en su furia que no podrán confiar nunca más en su Iglesia.

Nadie puede negar que las autoridades de la Iglesia de Boston cometieron errores atroces, pero el asunto no es tan sencillo como un cuento sobre el bien y el mal que a veces parece ser. Aunque parezca difícil de creer en estos momentos, el escándalo del “cura pederasta” no es nada tan siniestro como lo han pintado, o por lo menos no debería utilizarse para lanzar acusaciones infundadas contra la Iglesia Católica en general.

En las últimas semanas hemos escuchado a menudo la frase “cura pederasta”, y esos individuos pueden existir: el padre Geoghan era uno de ellos, como lo fue el notorio padre James Porter hace una década. Pero como problema social, el término es salvajemente engañoso.

Los sacerdotes católicos y otros clérigos no tienen el monopolio de comportamiento sexual impropio hacia menores de edad. Mi investigación acerca de casos así en los últimos 20 años indica que no hay evidencia alguna de que clérigos cátolicos célibes sean más propensos a involucrarse en un comportamiento impropio o de abuso sexual, que el clero de cualquier otra denominación religiosa, o que no clérigos.

No importa cuán determinada esté la prensa a ver todo este asunto como una crisis del celibato, la acusación no se sostiene. Todas las tradiciones de fe, todas las denominaciones religiosas tienen casos de abuso, y en algunos de los peores no están implicados los católicos. Las principales denominaciones protestantes han tenido suficientes escándalos, como los pentecostales, los mormones, los Testigos de Jehová, los judíos, budistas, Hare Krishnas y la lista sigue. Una diócesis anglicana (episcopal) canadiense está ahora al borde de la bancarrota como resultado de masivas demandas causadas por décadas de abuso sistemático. Sin embargo, la Iglesia anglicana no exige el celibato de su clero.

No importa cuánto contradiga esta declaración la sabiduría convencional, el “cura pederasta” no es una especialidad católica; pero, ¿cuándo escuchamos hablar de “pastores protestantes pederastas”?

Sólo para mostrar cifras sólidas, ¿cuántos clérigos católicos están implicados en conducta impropia?

En la actualidad tenemos buena información sobre este asunto porque desde el principio de la década del 90 la Arquidiócesis de Chicago llevó a cabo un estudio arriesgado y profundo. El estudio examinó a todos los sacerdotes que habían servido en esa Arquidiócesis en los previos 40 años, unos 2,200 individuos. Reabrió todas las quejas internas que se habían hecho contra estos hombres. El criterio de evidencia que se aplicó no fue prueba legal que se pudiera sostener en una corte, pero sólo el consenso que un cargo particular era probablemente justificado. Por este bajo estándar el survey halló que alrededor de 40 sacerdotes, o sea como el 1.8 por ciento del total, era probablemente culpable de conducta inapropiada con menores en algún momento de sus carreras.

Puesto de otra forma, no existía evidencia contra el 98 por ciento del clero parroquial, la abrumadora mayoría del grupo. Como otras organizaciones que lidian con niños no han llevado a cabo estudios tan abarcadores, no tenemos idea de si la cifra católica sale mejor o peor parada que el promedio de maestros de escuela, orientadores, trabajadores sociales o maestros de los Boys Scouts.

La investigación de Chicago también encontró que de los 2,200 sacerdotes uno solo era pederasta.

Muchas personas están confundidas acerca de lo que es un pederasta y lo que es una persona culpable de tener sexo con un menor; la diferencia es muy significativa. La frase “cura pederasta” conjura una pesadilla llena de imágenes de la peor violación de la inocencia, insensibles autores de abuso, como el padre Porter, que atacó a niños de 6 y 7 años de edad.

La pederastia es un término psiquiátrico que significa tener interés sexual por niños menores de la edad de la pubertad. Pero la vasta mayoría de los casos de conducta impropia del clero no son de este tipo. La vasta mayoría de esas instancias tiene que ver con sacerdotes que han estado activos sexualmente con personas por debajo de la edad de consentimiento sexual, a menudo de 16 o 17 años, incluso mayores. Un acto de esta naturaleza está mal. Es probablemente criminal y por consentimiento común es inmoral y pecaminoso; sin embargo no tiene el carácter de terrible crueldad y de explotación que conlleva el abuso de menores. Además en casi todos los casos que ocurren con adolescentes mayores hay un elemento de consentimiento.

También, la definición de “infancia” varía enormemente entre las sociedades. Si un acto así ocurre en la mayoría de los países europeos, sería probablemente legal ya que la edad del consentimiento es por lo general alrededor de los 15 años.

Para mostrar un ejemplo específico, cuando los periódicos revisan casos recientes de “curas pederastas”, casi siempre citan un caso que ocurrió en el condado de Orange, en California: un sacerdote fue acusado de tener sexo consensual con un muchacho de 17 años. Sea la que sea la cualidad moral de semejante acto, la mayoría de nosotros no aplicaría el término “abuso de menores” o “pederastia” a este caso.

Sólo por esta razón necesitamos ser cautelosos cuando leemos acerca de las legiones de curas que están siendo “acusados de abuso de menores”.

La edad de la persona joven implicada es también algo importante, porque diferentes tipos de conducta impropia sexual responden a diferentes tratamientos, y las autoridades de la Iglesia necesitan responder diferentemente. Si una diócesis sabe que un hombre es un pederasta y lo vuelve a colocar alguna vez en una posición en la cual tiene acceso a más niños, la decisión sencillamente está equivocada, y probablemente llegue a negligencia criminal. Pero un sacerdote que tiene una relación con un adolescente mayor, es mucho más probable que responda al tratamiento y sería mucho más comprensible si algún día la Iglesia lo coloca en una nueva parroquia bajo supervisión cuidadosa.

El hecho de que la administración del cardenal Law en Boston parezca haber sido un desacierto una y otra vez no significa que ésta es una práctica común de todas las diócesis católicas, mucho menos que la Iglesia esté implicada en una especie de conspiración del silencio para esconder pervertidos peligrosos.

En lo absoluto trato con suavidad el asunto del abuso de menores. Recientemente publiqué un documento sobre el mercado electrónico de pornografía de menores, una de las peores formas de explotación, y mi argumento fue que se necesita presionar más a la policía y el FBI para que actúen más estrictamente con esta cosa tan horrible.

Mi intención no es defender el clero malvado o la Iglesia pecaminosa (no se me puede llamar un apologista católico, ya que no soy siquiera católico). Pero estoy preocupado porque la ira justificada por algunos casos terribles pudiera convertirse en ataques mal enfocados hacia el clero inocente. La historia de la conducta impropia del clero es suficientemente mala sin que haya necesidad de convertirla en un brote imperdonable de discriminación religiosa contra la Iglesia Católica.

(Philip Jenkins es un distinguido profesor de historia y estudios religiosos en la Pennsylvania State University. Su libro Pedophiles and Priests: Anatomy of a Contemporary Crisis fue publicado en 1996 por Oxford University Press. Esta columna de opinión fue publicada en el Pittsburgh Post Gazette el 3 de marzo de 2002 y fue reproducida por The Florida Catholic, edición del 14 de marzo.)


http://www.vozcatolica.org/50/mito.htm

1 comentario:

Lil Smith dijo...

Hace semanas vi este video enel blog de Ely y quedé mal.Es terriblemente triste y doloroso lo que deben haber pasado esos seres cuando eran pequeños y lo más terrible es que el día de hoy esas aberraciones sigan cometiéndose con la complacencia de la iglesia católica.

Te dejo un abrazo