lunes, 14 de julio de 2008

Los chicos, a veces, son bastante complicados. ¿¿¿Serán los chicos???

...Y, en este momento, me gustaría tener un psicólogo al lado, para que me "haga pata", como decimos los argentinos.

Muchas veces, es decir, siempre, los hijos tienen alguna "factura" que pasarnos. No somos perfectos, somos padres, y como todo humano, nos equivocamos.
Muchas veces, ellos tienen razón y nos enseñan, otras, sólo usan las "facturas" para manipularnos. Y otras, quizá, ni siquiera ellos sepan por qué las esgrimen. O quizá sí, y tengan razón de un buen análisis, por parte de algún especialista. Aquí van dos ejemplos:
Una compañera mía de secundaria, a los trece años se quejaba de que su mamá no la controlaba, de que le decía que confiaba en ella, de que quizá la mamá la quería poco o no la quería. No encuentro una explicación para esta situación.
La otra situación es la de una mamá que me comentó que su hija le decía que ella no la quería porque no la castigaba como lo hacían con su amiguita. Lo cierto es que ésta mamá estaba satisfecha con su hija tal como era y no sentía la necesidad de castigarla o de imponerle penitencias. Por ello, optó por la solución más inteligente: "un analista". Adulta, la hija estudiaba y trabajaba. Era una chica exitosa.
Creo que estos dos, son ejemplos de lo que escuchamos reiteradas veces de los psicólogos y sicopedagogos: "los chicos piden límites continuamente. Y los necesitan".


Es necesario que les prestemos mucha atención, que les expliquemos nuestras actitudes. Que nos rectifiquemos, cuando sea lo adecuado. Sólo cuando sea lo adecuado.
¡No dije: que les rindamos cuentas! Ellos deben entender que son menores, que somos los responsables de lo que ellos hagan y de lo que a ellos les pase. Y que por lo tanto, somos nosotros, sus padres, los que permitimos o dejamos de permitir algo.
Es necesario que sepan que cuando hemos tomado una determinación, hay que cumplirla "a rajatabla" porque tiene su razón de ser. Y que si no se hace, hay que enfrentar las consecuencias.
No seamos débiles, para que no nos veamos en la situación de lamentar el habernos dejado manipular por ellos. Últimamente, al menos en la Argentina, es costumbre que los chicos, que a los diez minutos de conocerse, se invitan a sus casas. Y muy lamentablemente, los padres permiten que acepten esas invitaciones. Un padre debe conocer a las amistades de su hijo. Es increíble cómo, ver a un niño nos cuenta sobre cómo es su familia.
A los trece años, mi hijo cambió de escuela. Pasó tres días hablándome de su compañero de banco, de lo bien que se llevaban y de lo buen alumno que era. Al tercer día, me dijo que su compañero lo invitó a la casa. Le dije: Aníbal: mejor esperemos a que yo conozca a su madre, y después vemos. Aníbal ya sabía que no me haría cambiar de idea, por lo tanto, no tuvo más remedio que aceptar. Un día fui a la escuela para registrar mi firma. Justo era la hora del recreo. Aníbal se me acercó con su nuevo compañero. Me lo presentó. Cuando volvió a casa, le dije que podía ir de su amigo cuando quisiera. Me hizo recordar que aún no conocía a sus padres. Le dije que no hacía falta. Que Martín me dio una idea de lo que eran sus padres. Hoy, hace once años, siguen siendo amigos. Martín es una excelente persona, de una excelente familia. No me había equivocado.
El mismo día que conocí a Martín, conocí a otros dos compañeros de los que Anibal, también hablaba con mucho entusiasmo. Cuando estuve a solas con Anibal, le dije que tomara a esos dos chicos únicamente como compañeros de tareas escolares, que no me gustó la forma en que ezquivaron mi mirada. Al tiempo, Aníbal me comentó que uno de esos chicos, tenía problemas con la policía y que andaba con drogas. Tampoco me había equivocado.
¿Por qué sabía Aníbal que no tenía alternativa cuando le dije que esperara a conocer a la madre de Martín? Porque en el año anterior, comenzaron a tener pequeñas salidas con sus compañeros de escuela (a los doce años). Era una buena edad para que aprendieran a conducirse solos en la calle. Por supuesto que Aníbal salía con un cargamento de recomendaciones mías. Una de las recomendaciones era que no fuera a las salas de juegos electrónicos. No me gustaban, siempre había peleas en esos lugares. Ésto era causa de discusión con su padre. Él decía que no habría problemas yendo todo juntos (la familia) y yo argumentaba que una bala perdida no se desviaría de la ruta hacia nuestro hijo porque estuviera presente su padre. La cuestión es que los chicos salieron solos una tarde, con la promesa de no ir a esos lugares. Pero a su regreso, Aníbal contó que sí, fueron y que hubo pelea y tuvieron que escapar. Pero no fue suficiente. Se metieron en otro local de esos. Uno de los del grupo era un chico muy independiente, que tenía la costumbre de burlarse de los que no hicieran esto o aquéllo, porque en sus casas no se los permitían. A los pocos días, este chico cumplía años. Aníbal fue a la fiesta. Por supuesto que con más recomendaciones, todavía. Me dijo que no me hiciera problemas, que estarían en la casa del agasajado, nada más. Al regreso de la fiesta, Aníbal me comentó que al final no habían ido a las salitas de juegos electrónicos, para no dejar solo a un primo en silla de ruedas, del anfitrión. Allí descubrí el engaño: estaba planeado lo que yo no permitía que hiciera mi hijo. Entonces le dije que si él no sabe decirle "no" a este amigo, no saldría más con él. Y así fue. Al año siguiente, supe que la hermana del chico manipulador de sus amiguitos, tan independiente como él, había fallecido en un accidente automovilístico, a una hora, de un día, en que debía estar en el colegio, y así lo suponían sus padres. Tampoco me equivoqué esta vez.
Es necesario que sepamos quiénes son los amigos de nuestros hijos, no que se los elijamos, no tienen por qué sentirse a gusto con personas de nuestro agrado. Dejemos que los elijan ellos. Pero reservémonos el privilegio y la responsabilidad de aprobar o desaprobar. Por el bien de ellos.

Tampoco disimulemos las pequeñas "macanas" de los chicos, para no tener que lamentar las grandes. Es necesario que los chiquitos sepan desde muy temprana edad, que la autoridad, somos los padres. Así no tendrán que enfrentar un mundo hostil cuando crezcan. Tiene que entender que no están solos en el mundo. Que hay otros que no quieren lo mismo que ellos, que hay otros que no son tan tolerantes como sus padres, que hay otros que van a esperar de ellos y no harán concesiones. Para que no sean personas infelices en su adultez, al toparse con cietas dificultades. No les resolvamos todos sus problemas, menos aún, cuando los causaron ellos mismos, a sabiendas.
Otra de nuestras vivencias: A los diez años, Aníbal regresó de la escuela, un viernes, diciendo que "debía" concurrir a dos reuniones organizadas por sendos compañeros. "Una"- le dije- recuerda que se acercan los exámenes de Bellas Artes. Quisiste estudiar música y sabes lo que cuesta la guitarra, las partituras, los libros, los viajes en autos de alquiler para que no se arruine la guitarra si llueve. Trató de convencerme. No lo logró. Se enojó y amenazó con no hacer las tareas para el lunes. Le dije que hiciera lo que quisiera pero que se atuviera a las consecuencias. Fue a una de las fiestas. No hizo las tareas, como prometió. Pero resulta, que siempre fue muy buen alumno, y le daba mucha vergüenza ir a la escuela sin el deber cumplido. El lunes a la madrugada me lloró y me imploró que le ayudara a cumplir. Por supuesto que no lo hice. Le recordé que el no haber hecho lo que correspondía, fue dicisión suya. Me rogó que fuera a la escuela y le dijera a la maestra que estuvo enfermo en el fin de semana. Respondí que iría, pero para decirle a su maestra, la verdad de lo que pasó. Casi se veía feliz, en el trayecto. Supongo que estaría seguro de que a último momento, me ablandaría. Pero por su bien, cumplí con mi amenaza. Resultado: aprendió a hacerse cargo de sus errores y a ser responsable con sus obligaciones. Nunca volvió a pedir semejante ayuda ni a poner en segundo plano su deber. De lo contrario, quizá hoy sería un hombre dependiente de su madre. En cambio, es un hombre que trabaja, estudia y disfruta de su tiempo libre con su novia y sus amigos. Valió la pena el trago amargo que significó, para mí, toda esta situación.
En la adolescencia, que es una de las edades en que más cuesta mantener la autoridad, por parte de los padres, no tuve problemas con Aníbal, nunca me pidió un permiso de esos que yo no le hubiese dado, después de las vivencias que relaté. Por supuesto que tenemos y tuvimos discusiones. Pero ambos sabemos muy bien lo que tenemos permitido y lo que no.





Me siento satisfecha con los resultados de mi firmeza. No es fácil, pero tampoco se obtienen buenos resultados, por generación espontánea. Éste padre, no hubiese llegado a semejante situación bochornosa y dolorosa, si hubiese puesto una buena penitencia, para el primer berrinche, no sin antes explicar las razones por las que no estaba de acuerdo en comprar algo que el niño quería. Es evidente que este padre, ya hace rato que perdió el control. Ningún niño hace semejante escena, por primera vez. Primero prueban. Y si les resulta, van exigiendo cada vez más.
No es necesario que un niño esté martirizado durante toda la infancia con las exigencias de los padres. También tiene mucho para disfrutar. Sólo tiene que tener las reglas bien claras. Y ni siquiera pretenderá lo que no se le permite. Tomará como natural, que algo no le sea permitido, Disfrutará plenamente lo que sí sabe que se le permite. Y con padres coherentes y no contradictorios, sabrá qué es lo que puede y qué, lo que no puede, y no sufrirá por no poder, lo que en otra ocasión pudo.
El niño del video está tan seguro de lograr todo lo que quiere, que de no conseguirlo, hasta podría enfermarse. Conocí el caso de un bebé bien de cuna, o casi de moisés, que hacía esto con sus padres. Un chico debe educarse, desde su primer minuto de vida. Si a los tres, cuatro o cinco años no podemos controlarlo, su educación ya fracasó, salvo que un terapeuta enviado por Dios, intervenga.

Elizabeth





2 comentarios:

Lil Smith dijo...

Hola Elizabeth estoy totalmente de acuerdo contigo. A los chicos hay que ponerle reglas y que estas se cumplan. Cuando ellos ven que no hay normas ni reglas empiezan en muchos casos a hacer "travesuras" con tal de llamar la atención. Saber que están pendientes de ellos sin asfixiarlos los hace sentirse tomados en cuenta, que son importantes para sus padres.

No creo en ese tipo de relación donde el padre-madre dice yo soy amigo de mis hijos. Los hijos tienen amigos y a veces muchos amigos pero a padres tienen a dos eso cuando tienen a papá y mamá. Cuando son chicos necesitan de padres, no de amigos...es mi punto de vista.

Se aprende a ser padres siendo y ejerciendo de padres y pienso que tu lo has hecho muy bien.

Un abrazo inmenso

PD: intenté entrar en el otro blog pero solo acepta a lectores invitados.

Rolito dijo...

¡Hola, Shanty! ¡Es un gusto tenerte aquí!

Tienes razón, el problema somos los padres. ¿Te imaginas las veces que el niño del video doblegó al padre hasta llegar a algo tan tremendo?
Sucede que a veces, por comodidad les dejamos hacer lo que ellos quieren, otras veces porque no les prestamos atención.

¡Un abrazo para tí, desde Argentina!